Prólogo
La Antigüedad grecorromana en el Nuevo Mundo
La antigua Academia de San Carlos, en el corazón de la Ciudad de México es una institución de extraordinaria relevancia histórico-cultural. Su fundación, en el año 1783, está íntimamente ligada con la historia colonial mexicana y con la política cultural de los reyes borbónicos Carlos III y IV. En sus más de 240 años de historia, en que se refleja directamente el desarrollo político de México, ha servido a artistas como un importante lugar de práctica profesional y formación.

Además de libros , estampas y otros medios, la academia alberga la colección de vaciados de yeso de esculturas de la Antigüedad y Edad Moderna más antigua del continente americano. Desde la fundación de la institución, dichas obras fueron importadas en diferentes remisas provenientes de Europa. No solo servían como modelos para las clases de dibujo y como representantes de un canon de formas plásticas ejemplares, sino que también contribuyeron a divulgar, desde un inicio, ideales de la Ilustración y del Clasicismo en el Nuevo Mundo.


Evidentemente, instituciones europeas, en particular la Academia de San Fernando Madrid, Fachada principal de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el Palacio de GoyenecheCol. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid de Madrid, sirvieron de modelo para dicha fundación en las colonias. Detrás de ello, estaba un cálculo político-cultural de la corona española. Se transferían así conocimientos consolidados y modelos culturales bajo forma de vaciados de yeso, libros y estampas.

Es una de las numerosas copias romanas de una obra griega en bronce del siglo II a.C., al parecer famosa, que también incluía una ninfa, de la que también se han conservado muchas réplicas. Al parecer, se representaba una «invitación a la danza» (término arqueológico moderno). La figura femenina estaba sentada sobre una roca con el pecho desnudo y un manto a la cadera, cruzaba las piernas, se desataba una sandalia y se reía mirando al sátiro . El sátiro también se caracterizaba por una fisonomía alegre, así como por el cabello alborotado, la nariz respingona, las orejas puntiagudas y una coletilla en la espalda.
Al parecer, el grupo originario era famoso en la Antigüedad y es posible que se encontrara en Asia Menor, ya que aparece en monedas de Cícico, una ciudad del mar de Mármara, hacia el año 200 a.C. Mientras que el prototipo pudo servir como ofrenda votiva en un santuario, los ejemplares romanos decoraban las villas y casas de la élite o formaban parte del decorado escultórico de las termas. En tales lugares, el grupo pretendía evocar una atmósfera de alegría y erotismo.
SF Col. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC

Gracias a las fuentes, se pueden trazar las ideas y los logros de los artistas que participaron en dicha empresa – aquí habría que nombrar sobre todo a los personajes involucrados en la construcción de la Academia, a don Jerónimo Antonio Gil y a Manuel Tolsá –. Además, para comprender la institución en su dimensión histórica, resulta también útil considerar la percepción que personas de aquella época pudieron tener sobre la historia y la cultura de México, como, por ejemplo, Alejandro de Humboldt .
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Antes de la fundación de la Academia de San Carlos
La educación clásica en México

VFM https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/ff/Antiguo_Convento_de_Santiago_Tlatelolco%2C_patio.JPG, Foto: Raymundo Perera
Desde los primeros años tras la conquista de México en 1521, los misionarios europeos fundaron en los nuevos territorios escuelas de enseñanza donde el latín y la tradición humanística fueron la base de la educación. En un inicio, en centros como el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco organizado por los franciscanos, la antigua élite azteca fue educada en el canon de saber europeo, sobre todo con el afán de conservar y transmitir los conocimientos de los indígenas en latín y español, aunque al mismo tiempo para instruirlos en la doctrinas teológicas católicas y en la cultura colonial. Personajes como Pedro de Gante (1486-1572) y Bernardino de Sahagún (1500-1590) destacan en este campo.

VFM https://digitalcollections.nypl.org/items/9531903b-f24c-fc52-e040-e00a18062b67
Con la llegada de los Jesuitas a la Nueva España en la segunda mitad del siglo XVI, el orden tomó un papel protagónico en la enseñanza en los territorios mexicanos. El estudio se enfocaba sobre todo en el cuestiones de medicina, derecho, teología y literatura. El latín y el español eran las lenguas en que se estudiaba. En la base de las diferentes disciplinas, había un amplio canon de autores que los estudiantes debían leer, desde Cicerón, Virgilio y Ovidio, pasando por autores cristianos tardoantiguos y medievales, hasta humanistas contemporáneos. Rápidamente, se formaron ricas bibliotecas en ciudades como México, Oaxaca y Puebla; libros europeos llegaban constantemente a la Nueva España, a la par de que se publicaban e imprimían libros en México. El auge de los estudios clásicos en México se dio en el siglo XVIII. El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo y el Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México, así como el Colegio de San Francisco Javier en Tepotzotlán, fueron centros donde se educaron generaciones de laicos y religiosos.

VFM https://archive.org/details/raphaelislandiva00land/page/n3/mode/2up?view=theater
Sin embargo, el casi monopolio que los Jesuitas ejercitaron en la educación, y la influencia que esto tenía no solo en la Nueva España, sino en todo el mundo hispano y católico, llevó, a la expulsión de la orden de todos los dominios españoles en 1767 por órdenes de Carlos III Manuel Ocaranza, Tondo con el retrato del rey Carlos III de España, 1875-1881, Ciudad de México, Academia de San Carlos, Galería CentenarioCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC, e incluso a la supresión temporal de la orden por decreto papal en 1773. Por un lado, el gobierno de Carlos III esperaba así reafirmar su influencia en la formación de sus territorios, introduciendo ideas ilustradas; por el otro, los jesuitas exiliados publicaron una importante cantidad de obras en que resaltaban su orgullo regional. En particular, personajes como Francisco Xavier Clavijero, Pedro José Márquez, Francisco Xavier Alegre o Rafael Landívar, publicaron en Europa a finales del siglo XVIII importantes obras sobre que contribuyeron al desarrollo de un espíritu de identidad nacional que anticipa los movimientos de independencia en América Latina a inicios del siglo XIX.

VFM Museo Nacional de Arte de México (MUNAL) https://munal.emuseum.com/objects/395/retrato-de-jose-de-ibarra?ctx=63a9bec2-4390-454c-bbfa-7f7373df672c&idx=0
Por otro lado, el ámbito de la pintura y la escultura se desarrolló en el contexto de gremios, primero con artistas llegados de Europa, y más adelante con artistas locales formados en los talleres novohispanos. Los temas más frecuentemente representados fueron los religiosos. Pintores como Juan Correa (1646-1716), Cristóbal de Villalpando (1649-1714), José de Ibarra (1685-1756) y Miguel Cabrera (1695-1768) destacan como los pintores más influyentes de la Nueva España en las generaciones que antecedieron a la formación de la Academia de San Carlos.

La gran pintura representada retoma elementos del capítulo 12 del Apocalipsis de Juan, en particular la visión introducida por la frase "signum magnum apparuit in caelo" ("una gran señal apareció en el cielo" Apoc. 12.1): a la derecha, el evangelista pronuncia la frase en latín. María aparece en el centro, respaldada por el sol, la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas alrededor de su cabeza; se trata, pues, de la Virgen del Apocalipsis, tema pictórico que gozaba de gran estima en la sociedad católica novohispana.
La Virgen entrega su hijo al Padre celestial, quien a su vez le da dos alas de águila para que pueda huir al desierto. La mitad izquierda del cuadro representa también la gran guerra cósmica entre el arcángel Miguel y el dragón de siete cabezas. El monstruo es arrojado a tierra. María pisa la cabeza del monstruo, mientras que a la izquierda un grupo de ángeles presenta objetos que simbolizan la naturaleza inmaculada de la Virgen.
VFM https://munal.emuseum.com/objects/358/la-virgen-del-apocalipsis?ctx=438c11e8-98c4-4fb3-a361-ff441cdd1214&idx=0
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Del Virreinato a la Independencia de México
Brevísima historia de la Academia de San Carlos
Desde la violenta conquista española de México en el siglo XVI, el estudio de la lengua latina y la recepción de la cultura grecolatina jugaron un papel importante en la colonia. Los clérigos europeos que pronto llegaron fundaron centros educativos de tradición humanista , en los que el estudio de la lengua latina ocupaba un lugar central. Durante los dos siglos siguientes, la educación permaneció en manos de las órdenes religiosas católicas, sobre todo de los jesuitas.
En el ámbito de la Ilustración, el Estado se hizo con el monopolio de la educación y redefinió el marco de referencia de la Antigüedad clásica. A esto contribuyeron las excavaciones de Pompeya y Herculano, patrocinadas por el rey Borbón Carlos VII de Nápoles desde 1738 y 1748, respectivamente. Los ricos hallazgos, como pinturas murales y esculturas, cambiaron la visión del pasado grecorromano e inspiraron a las élites ilustradas en los ámbitos de la cultura y la política.

A partir de 1750, Weber actuó como ayudante de Roque Joaquín de Alcubierre (1702-1780). El oficial español se encargó de las excavaciones de los antiguos yacimientos sepultados por el Vesubio en el año 79 d.C. para el rey Borbón Carlos. Ya sus contemporáneos lo criticaron por su forma brusca y destructiva de buscar tesoros artísticos. En cambio, su colega Weber procedió metódicamente desde el principio. Llevaba diarios de las excavaciones, se interesaba por los restos arquitectónicos y elaboraba planos a escala real con leyendas, en los que también rotulaba los lugares de hallazgos. También demostró ser un pionero de la arqueología moderna en la exploración y documentación de la Villa de los Papiros, cerca de Herculano, descubierta en 1750 y excavada con ayuda de túneles. La extensa villa romana junto al mar es famosa por los pergaminos carbonizados que se encontraron en una habitación del complejo, así como por su rico mobiliario con esculturas de bronce y mármol. Los logros de Weber apenas fueron reconocidos en vida. Se le denegó la admisión en la Accademia Ercolanese (fundada en 1755). Sin embargo, Johann Joachim Winckelmann lo elogió por sus prudentes métodos de trabajo en su "Epístola sobre los descubrimientos de Herculano" (Dresde 1762).
SF Col. Biblioteca Nacional de México, Fondo Academia de San Carlos, Foto: CIDYCC, AASC

Sir William Hamilton (1730-1803), de cuya publicación sobre los volcanes procede la ilustración de Pietro Fabris sobre los primeros trabajos en el santuario, fue enviado británico a la corte borbónica de Nápoles de 1764 a 1799. Además de sus investigaciones vulcanológicas, el diplomático se interesó profundamente por la antigüedad grecorromana y su legado. Reunió una extensa colección de antigüedades, entre las que destacan numerosos e importantes vasos griegos, que hizo publicar Pierre-François Hugues d'Hancarville (Collection Of Etruscan, Greek And Roman Antiquities From The Cabinet Of The Honble. Wm. Hamilton, Nápoles 1767-1776). Esta obra desencadenó un verdadero boom en la recepción de antigüedades, ya que artistas y artesanos modelaron sus propios productos (cerámica, muebles, tejidos, etc.) a partir de los motivos y ornamentos representados en ella.
SF https://archive.org/details/gri_33125009359809/page/n164/mode/1up?view=theater
Cuando el rey Carlos subió al trono español como Carlos III Francisco Tomás Prieto, Medalla con retrato de Carlos III de España, 1770 (vaciado en yeso, 1790, Ciudad de México, Antigua Academia de San Carlos, FAD/UNAM), 21.5 x 17 cmCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC en Madrid en 1759, llevó a su patria sus ideas de una Antigüedad paradigmática. También quiso extender su política educativa basada en ello a los territorios americanos, especialmente a la Nueva España. Tras la expulsión de los jesuitas de todos los territorios españoles (1767), cuyo objetivo era eliminar la gran influencia de la orden en la educación y la política, Carlos autorizó la fundación de una academia de arte en la colonia, la Real Academia de San Carlos en Ciudad de México (1783). Su patrón era San Carlos Borromeo, obispo de Milán de 1564 a 1584, y quien había formulado un programa de reforma de la arquitectura y la decoración de las iglesias durante la Contrarreforma.

VFM https://www.metmuseum.org/art/collection/search/698801
Siguiendo el modelo de la Real Academia de San Fernando de Madrid, la nueva institución debía garantizar la formación de arquitectos, pintores y escultores de acuerdo con los ideales clasicistas. Las principales figuras fundadoras fueron el medallista y grabador don Jerónimo Antonio Gil (1731-1798), el escultor Manuel Tolsá (1757-1816) y el pintor Rafael Ximeno y Planes (1759-1825). A Tolsá, en particular, se le atribuye la formación de la colección de vaciados que trajo de España y que sirvieron de material didáctico.
Alojada inicialmente en una dependencia de la Real Casa de Moneda, en el centro de Ciudad de México, la Academia de San Carlos se trasladó, a causa del gran número de estudiantes, en 1791 al cercano antiguo Hospital Real del Amor de Dios, mismo que había sido cerrado en 1786.

Como consecuencia de la Guerra de Independencia mexicana (1810-1821), la academia permaneció cerrada durante mucho tiempo. No fue hasta 1847, por iniciativa del controvertido presidente Antonio López de Santa Anna, cuando se reabrió como Academia Nacional de San Carlos. En 1857, Francesco Saverio Cavallari (1809-1896), hasta entonces director de la Academia de Artes de Milán, asumió la dirección de la institución mexicana. También diseñó la remodelación del actual edificio de la Academia, cuya arquitectura combina el estilo neorrenacentista europeo con elementos típicos del país, como la piedra volcánica local. Durante esta época, el escultor catalán Manuel Vilar (1812-1860) amplió la colección de yeso de la Academia adquiriendo vaciados, principalmente de Italia, donde había estudiado.

El propio Buen Abad había estudiado pintura en la Academia y más tarde trabajó como fotógrafo y profesor. También participó con sus obras en la Exposición Universal de París de 1889 como miembro de la delegación mexicana, donde fue galardonado con una medalla de bronce.
SF Col. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC
La colección creció aún más a principios del siglo XX, cuando el arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado (1853-1927) fue nombrado director. Gracias a sus excelentes relaciones con la Academia de Bellas Artes de París, amplió aún más la colección de vaciados y consiguió copias de importantes obras de París. También fue responsable de la construcción de la gran cúpula de cristal sobre el patio central del edificio de Cavallari (1912-1913).

Con la Revolución Mexicana (1910-1921), la academia volvió a experimentar una fase de inestabilidad. Hacía tiempo que el clasicismo había perdido su importancia como modelo cultural. Los artistas ya no querían orientarse hacia las obras antiguas, sino hacia la realidad de la vida de la gente. Artistas como Diego Rivera (1896-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974), los «tres grandes» del muralismo mexicano, habían estudiado en la academia y ahora luchaban por una educación artística orientada a la justicia social. El director de la academia durante estos años, el famoso pintor Gerardo Murillo (1875-1964), conocido como Dr. Atl, incluso eliminó el estudio de los vaciados en yeso del plan de estudios para centrarse en la vida real como modelo a imitar.


En la década de 1920, la Escuela Nacional de Bellas Artes se integró en la Universidad de México (UNAM). Sus actuales herederas institucionales son la Facultad de Arquitectura y la Facultad de Arte y Diseño, esta última alojada en el edificio de la Academia. En las últimas décadas se han realizado ingentes esfuerzos para poner en valor, conservar y comunicar el patrimonio y la historia de la Academia, así como su colección de vaciados, y explotar su potencial.
VFM
Clasicismo como programa
Política cultural bajo el reinado de Carlos III de Borbón


Durante el reinado de Carlos III de Borbón sobre España y sus colonias (1759 a 1788), la puesta en práctica de las ideas ilustradas y la consiguiente exploración artística y científica de la Antigüedad clásica desempeñaron un importante papel político. Ya en su juventud, como duque de Parma y Piacenza, heredó la famosa colección de antigüedades de la familia Farnesio, de la que descendía su madre. Como rey de Nápoles y Sicilia (1735-1759), Carlos, apoyado por su ministro Bernardo Tanucci, no sólo inició numerosos proyectos de reforma, sino que también organizó las primeras excavaciones sistemáticas en los yacimientos vesubianos de Herculano, Pompeya y Estabia (de 1738, 1748 y 1749 respectivamente). Los descubrimientos – esculturas, pinturas murales, papiros – se expusieron y restauraron en el Museum Herculanense de la residencia real de verano de Portici; en 1755 se fundó la Accademia Ercolense, que publicó los magníficos volúmenes de las Antichità di Ercolano Esposte a partir de 1757.

VFM Col. Biblioteca Nacional de México, Fondo Academia de San Carlos, Foto: CIDYCC, AASC
Desde Madrid, Carlos III intentó renovar la organización estatal de España, considerada algo atrasada, lo que incluyó medidas de política cultural. Nombró al pintor Anton Raphael Mengs Anton Raphael Mengs, Autorretrato, 1773, Florencia, Galleria degli Uffizi, óleo sobre tabla, 93 x 73 cmhttps://de.m.wikipedia.org/wiki/Datei:Mengs,_Selbstbildnis.jpg para su corte como exponente del clasicismo, convirtió la Biblioteca Real (con su propia imprenta) y las academias de arte en importantes centros de aprendizaje promoviendo la Academia de San Fernando Madrid, Fachada principal de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el Palacio de GoyenecheCol. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid
y estableciendo instituciones similares en Valencia (1768) y Ciudad de México (1783) basadas en ella como modelo. Con la fundación de la Academia de San Carlos en Nueva España se pretendía lograr una reorientación estética de la acuñación de moneda, el arte, la artesanía y la arquitectura desde el Barroco hacia el Clasicismo y, al mismo tiempo, contribuir al renacimiento de los oficios relacionados. La política ilustrada del Estado también pretendía romper el monopolio de la Iglesia sobre la educación, especialmente el de los jesuitas, que fueron expulsados de todos los territorios españoles en 1767. Además, Carlos III apoyó la exploración temprana de Palenque, una antigua ciudad maya en el sureste de México, creando así las bases para preservar el patrimonio prehispánico.

VFM https://www.loc.gov/resource/rbc0001.2005kislak1/?sp=51 Digital ID: http://hdl.loc.gov/loc.rbc/kislak.74394.1
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De la colección de un artista
El pintor Anton Raphael Mengs y la Academia de San Fernando de Madrid
La colección de yesos de Anton Raphael Mengs

El pintor Anton Raphael Mengs (1728-1779) está considerado un pionero del Clasicismo. Creció en Dresde y a los 12 años viajó por primera vez a Roma, que sería el centro de su vida durante largos periodos hasta su muerte. Gracias a sus logros artísticos, fue nombrado pintor de corte del Elector de Sajonia y del rey polaco Augusto II/III, y también se ganó la estima de la zarina rusa Catalina II y del cardenal romano Alessandro Albani, que fue un particular mecenas de su obra. En 1761, Carlos III Camillo Paderni, Retrato de Carlos VII/V de Nápoles y Sicilia, en: Le Antichità di Ercolano esposte. Le pitture antiche d'Ercolano e contorni incise con qualche spiegazione. Primer tomo (Nápoles 1757), aguafuerteCol. Biblioteca Nacional de México, Fondo Academia de San Carlos, Foto: CIDYCC, AASC de España le destinó a la corte española para trabajar junto a Giambattista Tiepolo en los frescos del techo del palacio real de Madrid.

Mengs compartía con su amigo Johann Joachim Winckelmann el ideal artístico de la Antigüedad clásica. Por ello, desde su segunda estancia en Roma (a partir de 1752), reunió una extensa colección de vaciados en yeso de esculturas grecorromanas y modernas, que llegó a comprender varios centenares de objetos. El pintor no sólo utilizaba estas copias en su estudio para su propio estudio de obras modeladas, como su reconstrucción del Grupo Pasquino. También las utilizaba como modelos en la formación de sus alumnos para entrenar sus dotes de dibujante y su buen gusto.

Tras el descubrimiento de la escultura a finales del siglo XV en Anzio (antigua Antium), una zona de villas romanas en el Lacio, a orillas del mar Tirreno, fue adquirida por el Papa del Renacimiento Julio II (en el cargo entre 1503 y 1513) y colocada en el Cortile delle Statue del Vaticano en 1510. Desde la época de Miguel Ángel, sirvió de modelo a artistas plásticos y fue objeto de gran estima, sobre todo en el siglo XVIII. Johann Joachim Winckelmann, por ejemplo, la consideraba el ideal más elevado del arte entre todas las obras de la Antigüedad, por lo que influyó notablemente en su estética clasicista. Anton Raphael Mengs, de cuya colección procede el molde de Dresde, también se interesó por el Apolo del Belvedere: en el cuadro Perseo y Andrómeda (c. 1775, San Petersburgo, Hermitage), el pintor aparentemente varió la pose de la estatua para representar al héroe griego.
SF Skulpturensammlung, Staatliche Kunstsammlungen Dresden. Foto: Elke Estel/Hans Peter Klut

En la época de Mengs, la obtención de vaciados seguía siendo un reto importante, ya que no existían talleres especializados en el moldeado de yeso y los propietarios de las casas señoriales controlaban estrictamente la accesibilidad y disponibilidad de sus colecciones. Sin embargo, gracias a sus buenos contactos con los protagonistas del mercado del arte romano, entre ellos el escultor y restaurador Bartolomeo Cavaceppi, y con las casas aristocráticas italianas, el pintor logró una y otra vez obtener el permiso para realizar vaciados. En 1770, por ejemplo, el Gran Duque de Toscana le autorizó a realizar vaciados de obras importantes en Florencia. Ya en 1768, Mengs logró obtener los primeros vaciados a partir de moldes nuevos de obras famosas en el Vaticano.
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Anton Raphael Mengs y la Academia de San Fernando


El autor del busto, Giovanni Domenico Olivieri (1708-1762), de origen italiano, no sólo fue el primer escultor del rey, sino que también participó directamente en la fundación de la Academia de Bellas Artes de Madrid. Enseñó aquí como director de escultura desde 1752.
SF Col. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Foto: RABASF

VFM Col. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Foto: RABASF, Carlos Manso y Pablo León
Tras su nombramiento como pintor de la corte española, Anton Raphael Mengs recibió el título de Director Honorario de Pintura de la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando de Madrid (actual Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), la real academia de arte, que había sido fundada por el rey Felipe V en 1744 e inaugurada por Fernando IV en 1752. Su modesta colección de vaciados en yeso se amplió en 1776 con vaciados de la colección madrileña de Mengs, que donó a la Academia a través de Carlos III antes de regresar a Roma por enfermedad. Al mismo tiempo, el rey regaló a la institución moldes de obras antiguas que habían sido excavadas en Pompeya y Herculano durante su reinado sobre el reino de Nápoles. En 1779, en el último año de su vida, el pintor también dispuso el envío desde Roma a España de un gran número de moldes de yeso (en parte recién producidos) de su taller, embalados en 76 cajas. Algo más tarde, se transportaron a Madrid 24 cajas de moldes que Mengs había podido llevarse a Florencia en 1770 y que permanecieron allí.

El grupo, de apenas 90 cm de altura, impresiona por su intrincada composición de atletas estrechamente entrelazados luchando en el suelo. Evidentemente, hace referencia al pancracio griego, una disciplina que incluía el boxeo y la lucha cuerpo a cuerpo y en la que estaba permitido casi todo, excepto morder y arañar los ojos.
SF Col. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC

SF Foto: Wolfgang Fuhrmannek, Hessisches Landesmuseum Darmstadt, CC BY-SA 4.0
No obstante, quedó en Roma una enorme colección, la mayor parte de la cual -883 objetos- fue adquirida por la corte de Dresde tres años después de la muerte del artista. Con la ayuda de los moldes y vaciados de Mengs en Madrid, el escultor Manuel Tolsá creó a su vez, en 1790, su extenso surtido de copias en yeso para la recién fundada Academia de San Carlos de Ciudad de México. Así pues, la institución mexicana no sólo se basó en el modelo de la madre patria en cuanto a ideas y personal fundador, sino también materialmente.
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Laocoonte en México
La colección de vaciados de yesos de la Academia de San Carlos durante el virreinato
Los moldes de yeso fueron una herramienta de enseñanza importante para la formación artística en el movimiento neoclásico del siglo XVIII. Desde la fundación de las academias, las colecciones de vaciados en yeso permitían a los artistas acercarse al llamado canon de belleza clásico para desarrollar sus técnicas de dibujo y, de forma más general, el «buen gusto». Jerónimo Antonio Gil , el director fundador de la Academia mexicana, fue un personaje clave para la llegada de los yesos a territorio novohispano. Trajo consigo una pequeña colección de vaciados cuando llegó al país en 1788, aunque de las piezas que había traído no habían quedado «más de cuatro o cinco cabezas.» En consecuencia, es los años siguientes se dirigió a la Junta Superior de Gobierno de la Academia con la finalidad de solicitar la compra de yesos de la Academia de Madrid para así dotar a su par americana con una importante colección de estatuaria útil para la docencia. Gil solicitó, en una primera etapa, yesos como: «Un vaciado del Apolo grande que está en la Academia [en Madrid], Otro del Apolino, Otro de la Venus de Médicis, Otro del Laocoonte, Otro del Cástor y Polus [Pólux, es decir, el Grupo de San Ildefonso], Otro del Hércules [Farnesio] y Una serie de las mejores cabezas, pies, manos y bajos relieves.»
En Madrid, Manuel Tolsá , quien había sido exitosamente nombrado Director de la Escultura para la Academia de San Carlos en 1789, fue comisionado por el rey para vigilar el traslado de los yesos a tierras virreinales. Tuvo el apoyo de José Panucci, vaciador de la academia madrileña. Se seleccionaron un total de 192 piezas, incluyendo 70 esculturas completas, 51 relieves y 71 cabezas que en su mayoría eran vaciados de obras antiguas. En este lote de yesos destacan obras escultóricas que aún se conservan en San Carlos: Laocoonte y sus hijos Grupo del Laocoonte, 1790, vaciado en yeso, Ciudad de México, Antigua Academia de San Carlos (FAD/UNAM)El grupo escultórico original de Laocoonte se encuentra en los Museos Vaticanos desde su descubrimiento en la colina del Oppio (una elevación del Esquilino), en Roma, hace más de 500 años.
La escultura fue probablemente realizada en mármol a finales del siglo I a.C. y muestra al sacerdote troyano Laocoonte y a sus dos hijos siendo atacados por dos enormes serpientes en un altar. Los animales se enroscan alrededor de los brazos y las piernas de sus víctimas, aprisionándolas por completo. Los muchachos y su padre están dispuestos en un plano, de modo que hay una clara perspectiva principal a través de la cual el drama representado se ofrece plenamente al espectador. En el mito hecho famoso sobre todo por la Eneida de Virgilio (Libro 2, 40-56; 199-234), Laocoonte es un sacerdote de Apolo o de Poseidón. Según la tradición, el castigo que padecen él y sus hijos se explica por el hecho de que Laocoonte, o bien había provocado la ira de Apolo por haber mantenido relaciones sexuales delante de su efigie (como afirma el autor helenístico Euforión según el comentarista de Virgilio, Servio: ad Aen. 2, 201), o bien porque advirtió, en contra de la voluntad de los dioses, a sus conciudadanos troyanos sobre el peligro que representaba el Caballo de Troya (Virgilio: Aen. 2, 199-234). Ni siquiera el haber buscado refugio en el altar, a juzgar por el mensaje del grupo, protege al padre y a sus hijos del poder de los dioses. De este modo, el espectador antiguo podía ver en el expresivo grupo un reflejo de la existencia humana a merced de poderes superiores.
El original del Vaticano puede identificarse con un grupo que Plinio el Viejo menciona hacia los años 70-79 d.C. en una residencia del imperator y entonces príncipe flavio Tito (Plin. nat. 36, 37). Según él, el Laocoonte es una obra excepcional de los escultores de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenadoro. Aunque nuestro autor romano parece sugerir que fue realizado a partir de un único bloque de mármol, en realidad los tres artistas lo ensamblaron a partir de al menos siete elementos, ocultando cuidadosamente las juntas. El fragmento del brazo derecho en ángulo de la figura central no fue redescubierto hasta 1903 por el arqueólogo y comerciante de arte Ludwig Pollak en un taller de cantería del Esquilino y se unió al grupo en el Vaticano a finales de la década de 1950. Por eso la copia de la Academia de San Carlos, realizada hacia 1790, muestra la antigua añadidura con el brazo extendido.
Como obra destacada de la escultura antigua y valiosa posesión de las colecciones papales, la escultura ha tenido un enorme impacto artístico y académico en Europa y fuera de ella desde principios de la Edad Moderna. Su expresivo lenguaje visual inspiró a numerosos pintores y escultores a explorar la escultura. Se utilizaron copias en bronce y mármol para decorar palacios y jardines. Los vaciados en yeso también se utilizaban como modelos en las clases de dibujo académico. Sobre todo en el Siglo de las Luces y el Clasicismo, es decir, en el siglo XVIII, el grupo constituyó el punto de partida de teorías estéticas como las desarrolladas por Johann Joachim Winckelmann y Gotthold Ephraim Lessing.
SFCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC, el Sátiro Sátiro danzante tocando el escabel (kroupezion), vaciado en yeso, 1790, Ciudad de México, Antigua Academia de San Carlos (FAD/UNAM)El vaciado procede de una estatua de mármol de tamaño inferior al natural de la Galería de los Uffizi de Florencia (inv. 220, altura 1.43 metros), que perteneció a los Médicis y a la que se añadieron la cabeza y los brazos en el siglo XVI. La estatua representa a un sátiro del séquito de Dioniso, dios del vino. La figura desnuda pisa un escabel o sonajero (kroupezion en griego, una especie de zapato de madera utilizado para marcar el ritmo con el pie), se inclina hacia delante y levanta los brazos. Originalmente, pudo haber chasqueado los dedos o tocado pequeños címbalos.
Es una de las numerosas copias romanas de una obra griega en bronce del siglo II a.C., al parecer famosa, que también incluía una ninfa, de la que también se han conservado muchas réplicas. Al parecer, se representaba una «invitación a la danza» (término arqueológico moderno). La figura femenina estaba sentada sobre una roca con el pecho desnudo y un manto a la cadera, cruzaba las piernas, se desataba una sandalia y se reía mirando al sátiro . El sátiro también se caracterizaba por una fisonomía alegre, así como por el cabello alborotado, la nariz respingona, las orejas puntiagudas y una coletilla en la espalda.
Al parecer, el grupo originario era famoso en la Antigüedad y es posible que se encontrara en Asia Menor, ya que aparece en monedas de Cícico, una ciudad del mar de Mármara, hacia el año 200 a.C. Mientras que el prototipo pudo servir como ofrenda votiva en un santuario, los ejemplares romanos decoraban las villas y casas de la élite o formaban parte del decorado escultórico de las termas. En tales lugares, el grupo pretendía evocar una atmósfera de alegría y erotismo.
SFCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASCdanzante tocando el escabel en Florencia, el Apolino (Apolo Médici), el Gladiador Borghese, los Luchadores de Florencia Luchadores de Florencia, vaciado en yeso, 1790, Antigua Academia de San Carlos (FAD/UNAM)Como otras piezas de la colección de la Academia de San Carlos, el vaciado en yeso de los luchadores florentinos es una copia de una copia de una copia. Esto se debe a que fue realizado en 1790 en la Academia de San Fernando de Madrid a partir de un molde que Anton Raphael Mengs había realizado hacia 1770 de un grupo romano de mármol de los Uffizi de Florencia (inv. 216). Esta escultura se remonta probablemente a un original helenístico perdido en bronce. La copia romana se encontró en 1583 junto con un grupo de los Nióbidas en Roma, en la zona de los Horti Lamiani, un antiguo complejo de jardines en el Esquilino, y llegó a manos de los Médicis.
El grupo, de apenas 90 cm de altura, impresiona por su intrincada composición de atletas estrechamente entrelazados luchando en el suelo. Evidentemente, hace referencia al pancracio griego, una disciplina que incluía el boxeo y la lucha cuerpo a cuerpo y en la que estaba permitido casi todo, excepto morder y arañar los ojos.
SFCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC, la Venus Médici Vaciado en yeso de la Venus de Médici, 1790, Ciudad de México, Antigua Academia de San Carlos (FAD/UNAM)La estatua de mármol de la Venus de los Médicis (1.53 m de altura), creada hacia el año 100 a.C., representa a la diosa del amor completamente desnuda. Aprieta los muslos y se cubre recatadamente los pechos y entre las piernas, como si hubiera sido sorprendida por el espectador mientras tomaba un baño. Al mismo tiempo, gira la cabeza hacia la izquierda, con su larga cabellera sujeta por una cinta y anudada en la nuca. Delante del soporte arbóreo de su pierna izquierda, aparece un delfín con dos erotes o amorcillos aferrados a su aleta dorsal y a su cola, respectivamente.
El aura erótica de la diosa es muestra de su poder en materia de amor. Probablemente, este efecto se vio potenciado por la policromía original de la estatua. Tenía el cabello dorado y los labios teñidos de bermellón, como demuestran los restos de pintura. También llevaba pendientes. En cuanto a su desnudez completa y su postura, la Venus Médicis sigue la tradición de la famosa estatua de Afrodita que el escultor Praxíteles creó hacia mediados del siglo IV a.C. para el santuario de la diosa en Cnido, en Asia Menor.
Antes de llegar a su ubicación actual en los Uffizi (inv. 214), la obra perteneció a los Médicis. Probablemente se descubrió en Roma antes de 1550, en la zona de las Termas de Trajano, en el Oppio, un promontorio del Esquilino. Al principio, a la Venus se le vinculaba un antiguo pedestal que lleva la firma de un artista griego, aunque no pertenece originalmente a la estatua. La inscripción de dicha firma no está presente en el vaciado de la Ciudad de México. Numerosas reproducciones y adaptaciones de la estatua y de su tipo atestiguan su popularidad desde el Renacimiento.
SFCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC, un «Hermés de pie» (es decir, el Hermes del tipo Lansdowne-Berlín-Pitti de la colección de Mengs) y el llamado Germánico o Marcelo como Hermes, por solo mencionar algunos. La colección de cabezas que envió Panucci contaba con destacables obras como el Pseudo Séneca, Pseudo Vitelio, Hércules Farnesio, Venus Médici, la Niobe florentina, así como Homero, Safo, Sócrates, Antínoo y Nerón, entre otros. Así, la institución mexicana recibió una gran colección de vaciados de mármoles canónicos provenientes principalmente de Roma, Nápoles y Florencia, cuyas copias se encontraban en la Academia de San Fernando gracias a la generosidad del pintor Anton Raphael Mengs Anton Raphael Mengs, Autorretrato, 1773, Florencia, Galleria degli Uffizi, óleo sobre tabla, 93 x 73 cmhttps://de.m.wikipedia.org/wiki/Datei:Mengs,_Selbstbildnis.jpg
y del rey Carlos III Camillo Paderni, Retrato de Carlos VII/V de Nápoles y Sicilia, en: Le Antichità di Ercolano esposte. Le pitture antiche d'Ercolano e contorni incise con qualche spiegazione. Primer tomo (Nápoles 1757), aguafuerteCol. Biblioteca Nacional de México, Fondo Academia de San Carlos, Foto: CIDYCC, AASC
de España.

La estatua de mármol mide 1.73 metros de altura (sin el plinto) y presenta algunos añadidos, como es el caso de las alas de la cabeza. Dado que han sobrevivido otras réplicas romanas del mismo diseño («tipo Hermes Pitti-Landsdowne»), se trata sin duda de una copia de un original griego perdido que puede datarse estilísticamente en el periodo clásico (probablemente una obra en bronce de la segunda mitad del siglo V a.C.).
Esta estatua muestra al mensajero de los dioses como una figura juvenil con la pierna izquierda en apoyo y la derecha libre, y el brazo izquierdo extendido delante de él. Sólo el hombro izquierdo y la parte superior del brazo estaban cubiertos por un manto. Su cabeza tiene rasgos faciales ideales y está inclinada hacia la izquierda. No se sabe con certeza con qué atributos estaba equipado originalmente Hermes. Tal vez llevaba un kerykeion o caduceo (bastón de mensajero) en la mano izquierda.
En Roma e Italia, este tipo de estatua se asociaba ocasionalmente a retratos de personajes no imperiales. Estos retratos con cuerpos de dioses se utilizaban sobre todo en un contexto funerario.
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Para el cuerpo ideal del retratado, el escultor adoptó un tipo de estatua clásica («Typus Hermes Ludovisi»). Se caracteriza por un cuerpo musculoso en una pose pesada, con la mano derecha levantada. El brazo izquierdo, ligeramente doblado, está cubierto por un manto. Sobre su pie izquierdo descansa una tortuga, en cuyo caparazón el artista, Cleomenes de Atenas, ha dejado su firma.
Seguramente se realizaron moldes de la escultura cuando aún estaba expuesta en Versalles, ya que Josef Panucci realizó el molde que aquí se muestra para la instalación de México ya en 1790, utilizando la copia existente en la Academia de San Fernando de Madrid.
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Panucci enlistó el costo de creación de los yesos: No es de sorprender que la pieza más costosa haya sido el Laocoonte y sus hijos Grupo del Laocoonte, 1790, vaciado en yeso, Ciudad de México, Antigua Academia de San Carlos (FAD/UNAM)El grupo escultórico original de Laocoonte se encuentra en los Museos Vaticanos desde su descubrimiento en la colina del Oppio (una elevación del Esquilino), en Roma, hace más de 500 años.
La escultura fue probablemente realizada en mármol a finales del siglo I a.C. y muestra al sacerdote troyano Laocoonte y a sus dos hijos siendo atacados por dos enormes serpientes en un altar. Los animales se enroscan alrededor de los brazos y las piernas de sus víctimas, aprisionándolas por completo. Los muchachos y su padre están dispuestos en un plano, de modo que hay una clara perspectiva principal a través de la cual el drama representado se ofrece plenamente al espectador. En el mito hecho famoso sobre todo por la Eneida de Virgilio (Libro 2, 40-56; 199-234), Laocoonte es un sacerdote de Apolo o de Poseidón. Según la tradición, el castigo que padecen él y sus hijos se explica por el hecho de que Laocoonte, o bien había provocado la ira de Apolo por haber mantenido relaciones sexuales delante de su efigie (como afirma el autor helenístico Euforión según el comentarista de Virgilio, Servio: ad Aen. 2, 201), o bien porque advirtió, en contra de la voluntad de los dioses, a sus conciudadanos troyanos sobre el peligro que representaba el Caballo de Troya (Virgilio: Aen. 2, 199-234). Ni siquiera el haber buscado refugio en el altar, a juzgar por el mensaje del grupo, protege al padre y a sus hijos del poder de los dioses. De este modo, el espectador antiguo podía ver en el expresivo grupo un reflejo de la existencia humana a merced de poderes superiores.
El original del Vaticano puede identificarse con un grupo que Plinio el Viejo menciona hacia los años 70-79 d.C. en una residencia del imperator y entonces príncipe flavio Tito (Plin. nat. 36, 37). Según él, el Laocoonte es una obra excepcional de los escultores de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenadoro. Aunque nuestro autor romano parece sugerir que fue realizado a partir de un único bloque de mármol, en realidad los tres artistas lo ensamblaron a partir de al menos siete elementos, ocultando cuidadosamente las juntas. El fragmento del brazo derecho en ángulo de la figura central no fue redescubierto hasta 1903 por el arqueólogo y comerciante de arte Ludwig Pollak en un taller de cantería del Esquilino y se unió al grupo en el Vaticano a finales de la década de 1950. Por eso la copia de la Academia de San Carlos, realizada hacia 1790, muestra la antigua añadidura con el brazo extendido.
Como obra destacada de la escultura antigua y valiosa posesión de las colecciones papales, la escultura ha tenido un enorme impacto artístico y académico en Europa y fuera de ella desde principios de la Edad Moderna. Su expresivo lenguaje visual inspiró a numerosos pintores y escultores a explorar la escultura. Se utilizaron copias en bronce y mármol para decorar palacios y jardines. Los vaciados en yeso también se utilizaban como modelos en las clases de dibujo académico. Sobre todo en el Siglo de las Luces y el Clasicismo, es decir, en el siglo XVIII, el grupo constituyó el punto de partida de teorías estéticas como las desarrolladas por Johann Joachim Winckelmann y Gotthold Ephraim Lessing.
SFCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC, con un valor de 600 reales; el Apolo de Belvedere costó 300 reales, mientras que el entonces llamado Gladiador Moribundo, es decir, el Gálata Moribundo, tuvo un precio aproximado de 250 reales. El gasto total de producción y embalaje fue de más de 235,000 reales e incluía materiales de 173 medidas de paja, estopa, arena, clavos y papel. Panucci terminó el encargo en agosto de 1790 y recibió 23,543 reales por su trabajo. Los vaciados fueron empacados en 63 cajas de maderas que tuvieron un costo adicional de 4,498 reales.


El envío estaba listo en septiembre de 1790. Una docena de carretas llevadas por caballos los transportó de Madrid a Cádiz, acompañadas por Manuel Tolsá. Junto con el escultor, la carga de cajones emprendió el viaje a La Habana el día 20 de febrero de 1791 en la fregata Santa Paula de la Real Armada; este barco garantizaba la travesía y protección a salvo de los piratas que acechaban las rutas comerciales en la época. Una vez en Cuba, el barco fue acompañado por la Minerva, también de la Real Armada, hacia el puerto de Veracruz.
En tierras veracruzanas, Tolsá desempacó y verificó las esculturas. 29 días después de su llegada a América, fueron embaladas de nuevo para el transporte en carros jalados por mulo hacia la Ciudad de México, su destino final a unos 400 km de distancia, y a donde llegaron quince días más tarde. Dado que los objetos habían sufrido daños durante el transporte, el propio Tolsá y dos ayudantes los restauraron profesionalmente.
EA
Dibujo académico
Formación artística en la Academia de San Carlos
En 1791, Manuel Tolsá trajo consigo de España casi 200 vaciados en yeso cuando tomó posesión de su cargo de director de escultura en la recién fundada Academia de San Carlos. Ya en los estatutos fundacionales de la institución virreinal (1784/1785) se hacía hincapié en el dibujo como elemento central de la formación de los alumnos. Copias de destacadas obras antiguas y modernas servían de modelos. Detrás de todo ello estaba la intención de política cultural del gobierno español de promover las formas artísticas clasicistas de acuerdo con los ideales de la Ilustración, que debían sustituir a la tradición barroca. Al mismo tiempo, la formación académica pretendía romper la influencia tanto de la Iglesia como de los gremios tradicionales sobre las artes y oficios.

El aura erótica de la diosa es muestra de su poder en materia de amor. Probablemente, este efecto se vio potenciado por la policromía original de la estatua. Tenía el cabello dorado y los labios teñidos de bermellón, como demuestran los restos de pintura. También llevaba pendientes. En cuanto a su desnudez completa y su postura, la Venus Médicis sigue la tradición de la famosa estatua de Afrodita que el escultor Praxíteles creó hacia mediados del siglo IV a.C. para el santuario de la diosa en Cnido, en Asia Menor.
Antes de llegar a su ubicación actual en los Uffizi (inv. 214), la obra perteneció a los Médicis. Probablemente se descubrió en Roma antes de 1550, en la zona de las Termas de Trajano, en el Oppio, un promontorio del Esquilino. Al principio, a la Venus se le vinculaba un antiguo pedestal que lleva la firma de un artista griego, aunque no pertenece originalmente a la estatua. La inscripción de dicha firma no está presente en el vaciado de la Ciudad de México. Numerosas reproducciones y adaptaciones de la estatua y de su tipo atestiguan su popularidad desde el Renacimiento.
SF Col. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC

La importancia didáctica de los yesos como modelos se refleja en los más de 5.000 dibujos que se conservan, creados desde finales del siglo XVIII hasta principios del XX. En las primeras décadas tras la fundación de la academia, el plan de estudios constaba de cuatro secciones: En primer lugar, los alumnos debían aprender a dibujar partes individuales del cuerpo basándose en modelos gráficos. En el siguiente paso, también se copiaban objetos de la naturaleza y esculturas a partir de grabados. En tercer lugar, se utilizaban los vaciados en yeso como modelos, cuyo efecto tridimensional en el espacio debía reproducirse mediante efectos de luz y sombra. El último paso consistía en dibujar a partir de modelos vivos (todos ellos varones hasta bien entrado el siglo XIX). No es de extrañar que obras canónicas como el Apolo del Belvedere, el Hermes en reposo de Herculano, la Venus de los Médicis o el grupo de Ildefonso fueran las preferidas como modelos en la primera fase de la Academia. Los primeros dibujos siguen caracterizándose por formas de expresión barrocas.

A finales del siglo XVIII, escultores como Jean-Antoine Houdon (1741-1828) realizaron écorchés para que fueran usados como modelos de dibujo. Similares a los vaciados en yeso de esculturas famosas, pretendían ayudar a los jóvenes artistas a alcanzar el ideal de imitar a la naturaleza. En el espíritu del Clasicismo, esto incluía referencias a antiguos principios de diseño, como muestra el ,hombre musculoso' de la Academia de San Carlos, cuya postura recuerda a la estatua del Luchador Borghese.
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Para el periodo de 1778 a 1821, se ha registrado un número considerable de unos 4.000 estudiantes, que idealmente pasaron unos doce años en la academia. Había 16 becas en la academia para aspirantes a pintores, escultores, arquitectos y grabadores de origen humilde; también se admitía a algunas personas de origen indígena. Sin embargo, no todos los que asistían a los cursos de dibujo aspiraban a hacer carrera como artistas plásticos o arquitectos. Más bien, los cursos se consideraban un campo de entrenamiento para todo tipo de oficios.

VFM
Jerónimo Antonio Gil
Grabador y director fundador de la Academia de San Carlos
Jerónimo Antonio Gil, miembro distinguido de la Academia de San Fernando, desempeñó un papel clave en la difusión de las ideas clasicistas en la Nueva España y en la fundación de la Academia en América y de sus predecesores inmediatos, la Escuela de Grabado (1778) y la Esuaela de Dibujo Provisional (1781). El 15 de marzo de 1778, el rey Carlos III Francisco Tomás Prieto, Medalla con retrato de Carlos III de España, 1770 (vaciado en yeso, 1790, Ciudad de México, Antigua Academia de San Carlos, FAD/UNAM), 21.5 x 17 cmCol. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC promulgó un real decreto en el que anunciaba su decisión de nombrar a Gil Grabador Mayor de la Real Casa de Moneda de México y encargarle la fundación de una escuela de grabado para formar artesanos cualificados.

EA/VFM MUNAL/INBAL
Gil nació en Zamora (España) en 1731 y murió en la Ciudad de México en 1798. Llegó a Madrid en 1751 con la intención de estudiar pintura; estudió dibujo y escultura con Felipe Castro durante tres años y luego fue al taller de Luis González Velázquez durante otros dos años y medio. En 1753 se presenta sin éxito a un concurso de pintura en la Academia de San Fernando Madrid, Fachada principal de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el Palacio de GoyenecheCol. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. Debido a limitaciones económicas, al año siguiente se presentó a las oposiciones de grabado en plancha y calcografía. Gil ganó una de las plazas para grabado de sellos bajo la dirección de su maestro Tomás Francisco Prieto y se convirtió así en uno de los primeros miembros de esta clase en la institución.
Junto con el artista Francisco Javier de Santiago Palomares, creó una colección de tipos para la Real Imprenta de Madrid y grabó sellos y planchas para diversos grabados, así como numerosas medallas y retratos de su regios protectores, el rey Carlos III, y de otras importantes personalidades. Sus méritos académicos y artísticos le valieron el importante nombramiento de Grabador Mayor de la Casa de Moneda en Nueva España.

CAROLO III PIO POTENTISSIMO HISPANIARUM REGI SEMPER AUGUSTO – SIGNUM HOC PIETATIS ET OBSERVANTIAE CUDI FECIT 1791 / MEXICANA D[IVI] C[AROLI] ACADEMIA QUOD IPSAM AUCTORITATE SUMPTIBUS EREXERIT INFORMARIT. / H[ieronymus] A[ntonius]. GIL:
"La Academia Mexicana de San Carlos mandó acuñar en 1791 este símbolo de veneración y respeto para Carlos III, el piadoso y poderoso rey de las Españas, el siempre augusto, porque la construyó y le dio forma con su poder y recursos. Jerónimo Antonio Gil"
VFM Col. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC
Junto a sus dos hijos y tres ayudantes, Gil partió hacia América en 1778 y llegó al puerto de Veracruz el 5 de diciembre del mismo año a bordo de los navíos Nuestra Señora del Rosario y San Francisco de Asís. En su equipaje llevaba 24 cajones de madera con objetos personales y material didáctico para la Casa de Moneda y la escuela de grabado que iba a fundar. Para su viaje a Nueva España seleccionó obras destacadas de las colecciones madrileñas. Gil seleccionó piezas de la colección de vaciados de azufre con grabados de gemas que había adquirido tiempo atrás en Italia.

También trajo consigo libros, entre ellos el tratado de Gérard Audran «Las proporciones del cuerpo humano: medidas de las estatuas más bellas de la Antigüedad» (Les proportions du corps humain, mesurées sur les plus belles figures de l'Antiquité, París, 1638), que él mismo había traducido al español (Madrid, 1780), así como dibujos, grabados, una colección de monedas y medallas, y herramientas. Además, el cargamento de Gil contenía por lo visto los vaciados en yeso de varias cabezas, aunque sólo quedaron cuatro o cinco de las ocho originales; “todo lo demás se hizo pedazos en el camino”, como anotó Gil tras su llegada. El llamado Cicerón parece haber sido una de estas primeras importaciones.

VFM https://cloud10.todocoleccion.online/libros-segunda-mano/tc/2022/10/31/21/371753766.jpg


Debido al éxito de la escuela de grabado de Gil en la Real Casa de la Moneda, se presentó una petición al virrey español don Martín de Mayorga y Ferrer para establecer una Academia de Bellas Artes en México, siguiendo el modelo de la Academia de San Fernando de Madrid. Después de que Mayorga diera su aprobación preliminar, los funcionarios implicados se ocuparon de los objetivos, la estructura administrativa, la financiación y el personal de la nueva institución. La Academia de San Carlos se fundó oficialmente el día de Navidad de 1783 por decreto de Carlos III, y la inauguración oficial tuvo lugar el 4 de noviembre de 1785. Gil fue nombrado Director General vitalicio.
EA
Manuel Tolsá
Escultor, pintor y arquitecto

EA/VFM MUNAL/INBAL
Manuel Tolsá Sarrión nació en Enguera (Valencia, España) en 1757 y murió en Ciudad de México en 1816. Formado en la Real Academia de las Artes de San Carlos de Valencia y en la Academia de San Fernando de Madrid, inició su carrera como escultor en España en la década de 1780. En 1790 fue nombrado director de escultura de la Academia de San Carlos. Antes de su partida, reunió para su nuevo lugar de trabajo un gran número de vaciados en yeso de esculturas grecorromanas de la Academia de San Fernando, que trajo consigo a México y que constituyeron el núcleo actual de la colección de la Academia.

Junto con Jerónimo Antonio Gil, Antonio González Velázquez y, más tarde, Rafael Ximeno, Tolsá formó en la Academia a una nueva generación de artistas y arquitectos, que se necesitaban en muchos sectores, por ejemplo en la Casa de la Moneda o en la construcción urbanística de la Nueva España. Al propio Tolsá se le debe la terminación de la catedral de la Ciudad de México y la construcción del edificio hoy conocido como «Palacio de Minería». También diseñó el Hospicio Cabañas de Guadalajara (originalmente llamado Casa de la Misericordia), así como varios altares en iglesias de Ciudad de México, Puebla y Veracruz. Su arquitectura se caracteriza por las formas clásicas, pero tiene un aspecto propio debido al uso de materiales locales.

VFM https://de.wikipedia.org/wiki/Palacio_de_Miner%C3%ADa#/media/Datei:Palacio_de_Miner%C3%ADa._Plaza_Manuel_Tols%C3%A1.JPG

VFM https://de.wikipedia.org/wiki/Hospicio_Caba%C3%B1as#/media/Datei:Hospicio_caba%C3%B1as.JPG
Su nombre se asocia sobre todo a la creación de la estatua ecuestre de bronce de Carlos IV («El Caballito»), encargada en 1795 por iniciativa del entonces virrey, el marqués de Branciforte, e inaugurada el 9 de diciembre de 1803 en la Plaza Mayor, la plaza central de Ciudad de México, hoy conocida como el Zócalo. Siguiendo el modelo de la famosa estatua de Marco Aurelio en la plaza del Capitolio de Roma, el escultor creó una obra que representaba el dominio imperial de los Borbones sobre Nueva España. Durante su visita a Ciudad de México, Humboldt, quien asistió a la inauguración de la escultura, elogió la «belleza y pureza» del estilo de la estatua de trece toneladas, que «con la excepción de Marco Aurelio en Roma [...] supera todo lo que poseemos en este campo en toda Europa». La propia plaza se remodeló para el monumento siguiendo el modelo romano de la Piazza del Campidoglio, que Miguel Ángel diseñó en 1546. Hoy, «El Caballito» adorna la plaza frente al Palacio de Minería.

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Tras la independencia de México y a pesar del resentimiento antiespañol, se decidió no destruir la estatua debido a su valor artístico. En 1824 se trasladó al patio de la antigua Universidad de México. En 1852, se decidió trasladar de nuevo la estatua como ornamento de la ciudad, al Paseo de la Reforma. Debido al aumento del tráfico de automóviles y a la ampliación de la avenida, en 1979 se decidió finalmente colocarla en una plaza especialmente creada frente al Palacio de Minería y el Museo Nacional de Arte. Desde entonces, «El Caballito» adorna la Plaza Manuel Tolsá de la calle Tacuba, en el centro de Ciudad de México.
VFM https://en.wikipedia.org/wiki/Equestrian_statue_of_Charles_IV_of_Spain#/media/File:El_caballito_de_Tolsa_a.jpg
VFM
Vitruvio, Vasari y Winckelmann
La biblioteca de la Academia de San Carlos

La primera edición es de 1550 en tres volúmenes (en la Biblioteca Nacional de México ha sobrevivido el tercero de ellos), aunque solo en el siglo XVI, la obra alcanzó alrededor de cinco ediciones, y su influencia en el mundo occidental ha sido inmensa. No solo constituye un modelo paradigmático de recopilación de biografías artísticas, sino que sus reflexiones sobre el papel de Florencia y Roma en el desarrollo del Renacimiento, así como sus consideraciones sobre el pasado medieval (incluyendo la acuñación del término “gótico”), resultan fundamentales (aunque hoy, sin duda, en parte debatibles). Además, es una fuente primaria invaluable sobre la vida y obra de los primeros artistas italianos. La obra fue traducida a la mayoría de las lenguas europeas y, como evidencia el ejemplar conservado en México, su trascendencia superó las fronteras del Viejo Mundo.
VFM Col. Biblioteca Nacional de México, Fondo Academia de San Carlos, Foto: CIDYCC, AASC
Durante el periodo virreinal, la Academia de San Carlos albergó una extensa biblioteca con varios centenares de volúmenes, cuyos fondos se conservan hoy en diversas instituciones, como la Biblioteca Nacional de México. A la formación de la biblioteca contribuyeron, a finales del siglo XVIII, sobre todo egresados de la Academia de San Fernando de Madrid que fueron nombrados profesores de la joven institución mexicana, entre ellos el grabador Jerónimo Antonio Gil y el escultor Manuel Tolsá , pero también el grabador José Joaquín Fabregat y el pintor Rafael Ximeno y Planes. Además, el matemático y médico José Ignacio Bartolache, nacido en Nueva España, hizo una valiosa aportación a la biblioteca como secretario de la Academia (1782-1790). Sin embargo, no siempre es posible determinar qué libros llegaron a la Ciudad de México y en qué época. Una posible fuente de abastecimiento durante el periodo fundacional fue el navío inglés Westmorland, capturado por los franceses frente a las costas de Livorno (Italia) en 1778 y llevado al puerto de Málaga, es decir, a una España entonces enemistada con Inglaterra. Su rico cargamento, adquirido por aristócratas ingleses del Grand Tour en Italia, incluía numerosas cajas de obras de arte y 400 libros. El cargamento fue adquirido por Carlos III para la Academia de Madrid y distribuido desde allí a diversas instituciones, de las que pudo beneficiarse también la Academia de San Carlos a través de la Academia de San Fernando.

Sin embargo, su relevancia creció aún más durante la Época de las Luces, debido a las excavaciones en Pompeya y Herculano, así como al hallazgo de nuevos códices del texto vitruviano. La traducción de ,De architectura' realizada por Berardo Galiani (1724-1774) se convirtió en una de las obras más influyentes de los siglos XVIII e incluso XIX. Este autor y teórico del Reino de Nápoles no solo editó el texto latino, cotejando códices vaticanos previamente desconocidos, sino que además ofreció una traducción moderna al italiano, enriquecida con abundantes notas y 25 grabados. Estas ilustraciones, realizadas por el propio Galiani, destacan por su alta calidad artística, demuestran el profundo rigor filológico del autor y son, por ende, un excelente ejemplo del espíritu ilustrado. La primera edición de esta obra fue publicada en Nápoles en 1758, de la cual procede el ejemplar conservado en México.
Las cualidades intelectuales de Galiani son evidentes al considerar que fue miembro de las academias más prestigiosas de Italia en los campos de las letras, las artes y la arqueología. Entre ellas destacan la Accademia della Crusca (Florencia), la Academia de San Lucas (Roma) y la Accademia Ercolanese (Nápoles). Como miembro de esta última, Galiani acompañó personalmente a Johann Joachim Winckelmann durante las excavaciones del teatro de Herculano. Es célebre la polémica que ambos protagonizaron en torno al desarrollo de estas excavaciones, aunque finalmente lograron reconciliarse. Tras la muerte de Galiani en 1774, la zarina Catalina II de Rusia adquirió su valiosa biblioteca, que fue trasladada a San Petersburgo, donde se conserva junto a las bibliotecas de otros grandes intelectuales de la Ilustración, como Denis Diderot y Voltaire.
VFM Col. Biblioteca Nacional de México, Fondo Academia de San Carlos, Foto: CIDYCC, AASC

Las publicaciones de la biblioteca mexicana procedían principalmente de casas editoras europeas. Estaban escritas en todas las lenguas posibles (español, portugués, italiano, alemán, inglés, latín). Sin embargo, también se conservan algunos libros y manuscritos novohispanos.
Las publicaciones de la biblioteca mexicana procedían principalmente de casas editoras europeas. Estaban escritas en todas las lenguas posibles (español, portugués, italiano, alemán, inglés, latín). Sin embargo, también se conservan algunos libros y manuscritos novohispanos.
La obra más antigua es probablemente las biografías de artistas (Le Vite) de Giorgio Vasari, de 1550 (Florencia); también ha sobrevivido una antigua edición de Vitruvio de Alcalá de Henares (1582). En términos de cantidad, sin embargo, predominan los libros contemporáneos del siglo XVIII. En consonancia con los ideales de la Ilustración, estaban destinados a proporcionar a los artistas en formación una base teórica para su trabajo. En consecuencia, hay muchas publicaciones sobre teoría del arte y arquitectura, artesanado y antigüedades. Los escritos de Anton Raphael Mengs y Johann Joachim Winckelmann estaban representados, al igual que los famosos impresos de Piranesi o los volúmenes de la Accademia Ercolanese con los resultados de las excavaciones borbónicas en Pompeya y Herculano (como Le Antichità di Ercolano Esposte, Nápoles 1757-1792), así como la traducción anotada de Vitruvio de Berardo Galiani de 1758 (Nápoles), dedicada a Carlos III. Sin embargo, la colección también contenía libros de tecnología, ciencias naturales (astronomía, zoología, botánica) y matemáticas (de Euclides a los Principia Mathematica de Isaac Newton).

SF
Un naturalista en la Academia de Bellas Artes
Alejandro de Humboldt en México

VFM https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a2/Rafael_Ximeno_y_Planes_-_Retrato_de_Alexander_Von_Humboldt.jpg, Foto: Luis Alvaz

Cuando el explorador naturalista Alejandro de Humboldt (1769-1859) visitó la Ciudad de México en 1803, quedó positivamente impresionado por el aspecto de sus calles y plazas. El viaje por el territorio colonial español sirvió de base para su ,Ensayo sobre el estado político del Reino de la Nueva España' (Versuch über den politischen Zustand des Königreichs Neu-Spanien), publicado en cinco volúmenes entre 1809 y 1812 y dedicado a Carlos IV de España.

El tratado trata de la geografía, la organización política y las condiciones socioeconómicas de la Nueva España. En el primer volumen, el erudito también habla de las instituciones científicas del país, elogiando la joven Academia de Bellas Artes: «El gobierno ha proporcionado aquí un edificio espacioso, en el que hay una colección de yesos mucho más bella y completa que la que puede encontrarse en cualquier otro lugar de Alemania». Humboldt también está «asombrado de cómo el Apolo de Belvedere, el grupo de Laocoonte y otras estatuas aún más colosales pudieron ser transportadas por senderos de montaña que son al menos tan estrechos como los de San Gotardo», y subraya el elevado coste de producción de los vaciados.
También sugirió que las antigüedades precolombinas que había visto durante su visita a la Academia, que le recordaban al arte egipcio e hindú, se expusieran junto a las esculturas grecorromanas. Esta exigencia (de aspecto muy moderno) demuestra el enfoque universalista del investigador ilustrado, que compara entre sí diferentes culturas y sus testimonios pictóricos. En otro pasaje, incluso contrasta la representación continua en la piedra de sacrificios del gobernante azteca Tízoc (hallada en 1791) con el friso de la Columna de Trajano en Roma. Independientemente de tales planteamientos, Humboldt no dudaba del estatus especial y el carácter ejemplar de la Antigüedad grecorromana; en esto demostró ser un seguidor del clasicismo en el sentido de Johann Joachim Winckelmann. En consecuencia, en su Ensayo atribuye a los vaciados de la Academia una importante función en la difusión del «buen gusto y las bellas formas». Humboldt también alabó el hecho de que artistas y artesanos de origen humilde o indígena también se formaran en la institución, en consonancia con el espíritu de la Ilustración.

VFM Col. FAD-UNAM, Foto: CIDYCC, AASC

"Ninguna de las ciudades del nuevo continente, ni siquiera las de los Estados Unidos, posee instituciones científicas tan grandes y bien fundadas como la capital de México. Sólo mencionaré aquí la escuela de minería, que está bajo la dirección del erudito d'Elhuyar [Fausto Fermín Delhuyar o de Elhuyar, activo en México de 1788 a 1821, N. del T.], y a la que volveremos en la sección de minería y metalurgia, el jardín botánico y la academia de pintura y escultura. Esta última se llama Academia de las Nobles Artes de México y debe su existencia al patriotismo de varios particulares mexicanos y a la protección del ministro Gálvez. El gobierno ha habilitado aquí un espacioso edificio, en el que hay una colección de yesos mucho más bella y completa que la que pueda encontrarse en cualquier otro lugar de Alemania. Uno se asombra de cómo pudieron traerse el Apolo de Belvedere, el grupo de Laocoonte y otras estatuas aún más colosales por senderos montañosos que son al menos tan estrechos como los de San Gotardo, y no se asombra menos de ver las obras maestras de la Antigüedad unidas bajo la zona caliente y en una meseta que es aún más alta que el monasterio del gran San Bernardo [2473 m. s. n. m., N. del T.]. Esta colección de yesos le costó al rey cerca de 200.000 francos. Los restos de la escultura mexicana, las colosales estatuas de basalto y pórfido cubiertas de jeroglíficos aztecas, que guardan cierta semejanza con el estilo de los egipcios e hindúes, deberían recogerse en el edificio de la academia, o más bien en uno de los patios pertenecientes a ella; pues sería ciertamente curioso ver estos monumentos de la primera civilización de nuestra especie, estas obras de un pueblo semibárbaro que habitó los Andes mexicanos, junto a las bellas formas que nacieron bajo los cielos de Grecia e Italia.
Los ingresos de la Academia de Bellas Artes de México ascienden a 125.000 francos, de los cuales el gobierno aporta 60.000, el Cuerpo de Mineros Mexicanos cerca de 25.000, y el Consulado, o Gremio de Comercio de la capital, más de 15.000. La influencia ejercida hasta ahora por esta institución en el gusto de la nación es innegable, y se reconoce especialmente en la disposición de los edificios, la perfección con que están talladas las piedras, los adornos de los capiteles y los relieves en estuco. ¡Qué bellos edificios no se encuentra uno en México, e incluso en ciudades de provincia como Guanajuato y Querétaro! Estas obras, que a menudo cuestan entre un millón y un millón y medio de francos, podrían figurar en las más bellas calles de París, Berlín o San Petersburgo. El Sr. Tolsá, catedrático de escultura en México, ha fundido incluso una estatua de Carlos IV a caballo, que, con excepción de la de Marco Aurelio en Roma, supera en belleza y pureza de estilo a cuanto poseemos en este campo en toda Europa. Todos los cursos que se imparten en la Academia son gratuitos, y no se limitan al dibujo de paisajes y figuras, sino que se ha tenido la sensatez de utilizarlos de otras maneras para estimular la industria nacional. La Academia trabaja con éxito para difundir entre los artesanos el gusto por la elegancia y las bellas formas. En las grandes salas, espléndidamente iluminadas por lámparas de Argand [quinqués, N. del T.], se reúnen cada tarde algunos centenares de jóvenes, algunos de los cuales dibujan a partir de vaciados o modelos vivos, mientras que otros copian incisiones de muebles, candelabros y otros adornos de bronce. Aquí, en un país donde los prejuicios de la nobleza contra las castas están tan arraigados, la clase, el color y la raza están completamente mezclados, y se ve al indio o al mestizo al lado del hombre blanco, y al hijo de un pobre artesano compitiendo con los hijos de los grandes señores del país. Es verdaderamente reconfortante ver cómo la cultura de las ciencias y las artes introduce una cierta igualdad entre los hombres de todas las zonas, haciéndoles olvidar, al menos por un tiempo, las mezquinas pasiones cuyos efectos impiden la felicidad social."
SF
Selección bibliográfica sobre los temas de la exposición
· T. A. Brown, La Academia de San Carlos de la Nueva España (Ciudad de México 1976).
· E. Báez Macías, Jerónimo Antonio Gil y su traducción de Gérard Audran (Mexiko-Stadt 2001).
· E. Báez Macías, Historia de la Escuela Nacional de Bellas Artes (antigua Academia de San Carlos) 1781-1910 (Ciudad de México 2009).
· C. Bargellini – E. Fuentes, Guía que permite captar lo bello. Yesos y dibujos de la Academia de San Carlos 1778-1916 (Ciudad de México 1989).
· S. Dean-Smith, ‘A Natural and Voluntary Dependence’. The Royal Academy of San Carlos and the Cultural Politics of Art Education in Mexico City, 1786-1797, Bulletin of Latin American Research 29/3, 2010, 278-295.
· K. Donahue-Wallace, Art and Architecture of Viceregal Latin America, 1521-1821 (Albuquerque 2008).
· K. Donahue-Wallace, Jerónimo Gil and the Idea of Spanish Enlightenment (Albuquerque 2017).
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· O. H. Flores Flores, Verbreitung und Rezeption des Klassizismus in Mexiko (1783-1866). Anmerkungen zu Winckelmann in der Neuen Welt, Stendaler Winckelmann-Forschungen 14 (Petersberg 2023).
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